Recuerdo aquellos años de mi infancia,
cuando todo era bello, disfrutando
de la inocente y feliz ignorancia
con qué vivía, soñando y jugando.
Recuerdo tus palabras madre mía,
al calor de una lata de aserrín:
"Hijo mío, no hay mayor alegría
para la inocencia de un benjamín
que encontrar en el juego su consuelo
y en su madre su eterna protección,
pero no dejes de mirar al cielo
buscando el origen de tu creación.
- Si vida tienes por yo darte vida,
a Dios debo tan magnífico honor,
y si eres, por su Divina premisa,
a Él debes, respecto, fe y amor.
- Recuerdo madre mía con dolor,
el día que te fuiste para siempre.
Llorando de pena, pedí al Señor
qué volviera a tu cariñoso vientre.
- Como parte de tu vientre que fuera,
me juzgaba con derecho a él volver.
Inocente deseo, que emergiera
de un niño condenado a padecer.
-
Ahora, cuando los años ya pasaron
te recuerdo evocando aquellos tiempos.
Penosos tiempos, que te castigaron
con la enfermedad y los sufrimientos.
- En el allá deposito este poema
inspirado en mi dolor y emoción.
Recógelo mamá, es mi tristeza
en verso, poema de amor e ilusión.
- Allá donde estés, de estrella en estrella,
tendrás querida madre, la ocasión,
para indicarme como llegar a ella,
cuando expire mi enfermo corazón.
- Y juntos, como cuando yo era niño
me cogerás nuevamente en tu seno
para acunarme con aquél cariño
como lo hiciste cuando era pequeño.